

Por Iris Ordoñez
Querida comunidad UCSSINA, recibe mi gran abrazo y con este una breve y respetuosa reflexión sobre la coyuntura actual en la que vivimos y/o sobrevivimos pues no tenemos cómo no sentir en nuestra piel la angustia y el sufrimiento del prójimo, la vida y el planeta clama por ayuda, no podemos taparnos por más tiempo, los ojos y oídos como parece que lo hemos venido haciendo.
Caminamos sobre lo construido y el desafiante escenario mundial actual en el que vivimos es, en mayor o menor medida, la respuesta a nuestros actos los que, sistemáticamente, han puesto en riesgo a la humanidad y al planeta. Las epidemias de la obesidad, desnutrición y cambio climático[1] son retos que sumados a la pandemia de la COVID-19, las guerras que nunca acaban (como la de Siria, Palestina, Israel, Etiopia; y últimamente la guerra entre Rusia y Ucrania), la corrupción y la inestabilidad política son, entre tantos otros, los elementos que han venido sumando al incremento de la desigualdad, pobreza[2] (no solo la monetaria), nuevas enfermedades, inseguridad alimentaria y el hambre. Ante esta difícil realidad, se hace necesario la reflexión colectiva, el esfuerzo, compromiso y solidaridad para conseguir salvar la vida y el planeta entendiendo, a este último, como nuestra casa común[3]
Es importante indicar que este preocupante escenario no es nuevo, ya venía avizorándose incluso antes de Malthus en el siglo XVIII y en el descorrer de los tiempos con “Primavera Silenciosa” de Rachel Carson, el informe “Los Límites del Crecimiento” y el posterior informe Brundtland “Nuestro Futuro Común”, los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático – IPCC (siglas en inglés), los estudios de las diversas agencias, fondos y programas de la ONU, entre otros tantos importantes esfuerzos y estudios de renombrados académicos del mundo. Todos alertando a la humanidad sobre los impactos de sus actos.
Ante esto, importantes iniciativas mundiales, públicas y privadas, se han venido desplegando en aras de mitigar lo ya anunciado y tratando de modificar el insostenible modelo de desarrollo en el que vivimos por otro que coloque a las personas, el planeta, paz y alianzas, como ejes centrales de una nueva forma de desarrollo. Una de estas iniciativas es la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible; agenda con mirada holística aprobada en 2015 por 193 estados miembros de las Naciones Unidas[4] la que con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), vino a reemplazar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Hablamos de una agenda civilizatoria, universal e indivisible que busca promover el cumplimento de los derechos y el desarrollo enmarcado dentro de los parámetros de sostenibilidad y límites del planeta, que promueve el involucramiento de los países y la mirada interconectada social, económica y medioambiental[5].
La sostenibilidad, como visto, se yergue como una de las claves para recuperar la vida y nuestro planeta el cual, hace varios años se ha agotado debido a que ya hemos sobrepasado sus límites de regeneración natural. Actualmente “Los humanos usamos tantos recursos ecológicos como si viviéramos en 1,75 Tierras”[6] y los países más desarrollados necesitan, hoy en día, más de dos planetas al año para cubrir sus demandas sin embargo, y a pesar de todo lo que implica esto, pareciera que no hemos tenido tiempo aún para reflexionar al respecto de nuestras acciones pues “el modelo post-pandémico de producción y consumo que estamos impulsando está siguiendo los mismos parámetros de insostenibilidad de los últimos 70 años”[7]
La compleja problemática actual generada también por la insostenibilidad del modelo de desarrollo en el que sobrevivimos es un problema urgente a atender y el hambre, el mayor atentado a los derechos humanos y a la vida, es la emergencia[8] frete a la cual no podemos esperar más pues, a cada minuto que avanza el reloj, mueren en el mundo, en promedio, once personas a causa del hambre extremo[9], me refiero a aquella definición de hambre (también conocido como subalimentación crónica) establecida como la “sensación física incómoda o de dolor causada por un consumo insuficiente de energía alimentaria”[10] en la que vive 9.9% de la población mundial, o sea, en media, 768 millones de personas o lo que podría equivaler a comparar como toda la población de América Latina y el Caribe, y un poco más.
“El hambre no ha llegado con la guerra Rusia-Ucrania, el hambre ya venía creciendo en los últimos tiempos, incluso antes de la COVID-19”.
Es importante recordar que el hambre es una situación muy seria pues marca la salud física y mental de las personas que lo sufren y en el caso de los niños, el hambre les genera secuelas, irreversibles, en su desarrollo físico e intelectual para toda su vida. Sin embargo, recordemos que el hambre no ha llegado con la guerra Rusia-Ucrania, el hambre ya venía creciendo en los últimos tiempos, incluso antes de la COVID-19, estos dos últimos grandes eventos solo han venido a agudizar un problema ya crónico y a poner en destaque variables como la exportación e importación de alimentos, los precios, combustible, fertilizantes. Nos han hecho ver la importancia de la agricultura y del hombre y mujer del campo, la importancia de la biodiversidad que poseemos como países frente a la crisis alimentaria, de nuestros hábitos alimentarios, de lo insustentable de nuestro modelo de producción y consumo, etc. Nos han hecho percibir, en definitiva, que como país no estamos preparados para enfrentar escenarios críticos y que los cambios estructurales son urgentes.
La coyuntura actual, avivada, en gran medida, por las consecuencias que viene generando la guerra, entre Rusia y Ucrania, dos potencias productoras y exportadoras de fertilizante y cereales, como maíz y trigo, nos están haciendo sentir lo vulnerables que somos como importadores pero también abre el hilo para repensar en nuestras debilidades y fortalezas como país, en lo ricos y mega diversos que somos y en la necesidad de apostar por consolidar un nuevo rumbo ajustando, modificando, preparándonos, no solo para resistir los grandes embates que seguramente vendrán, más también para mirar con mejores ojos los problemas estructurales de nuestras familias, nuestra sociedad, los valores y el grado de ética que hoy tenemos y que pareciera que tiene efectos aún más poderosos que los de la guerra. Está claro que los grandes problemas que hoy vivimos tienen relación directa con la ética, solidaridad y humanidad ingredientes indispensables para la vida.
“Rusia y Ucrania, dos potencias productoras y exportadoras de fertilizante y cereales, como maíz y trigo, nos están haciendo sentir lo vulnerables que somos como importadores”
Como academia tenemos mucho para hacer, incidir con mayor tenacidad en formar actores pensantes, críticos, analíticos, técnicos y sobre todo humanos, resilientes, cargados de valores y ética. Promover la investigación e innovación en temas urgentes enmarcados dentro de la problemática actual (como la escasez de fertilizantes); articulándonos de lleno con el Estado y la Sociedad en aras de producir evidencias que conlleven a mejores tomas de decisiones, incidir en el rescate de nuestras culturas originarias, su cosmovisión, saberes y tecnologías desarrolladas y con respeto a la diversas expresiones, son algunas de las tantas iniciativas que podemos impulsar y que desde el Centro de Investigaciones en Seguridad Alimentaria y Nutricional – CISAN, liderado por la Facultad de Ingeniería Agraria, ya venimos trabajando desde el 2018 más, que en estos momentos, deben crecer con el apoyo de todos ustedes.
Es hora de actuar y ser parte de las urgentes soluciones que la coyuntura demanda, todos somos, en alguna medida, responsables de lo que hoy acontece y todos tenemos en nuestras manos aportes a la solución, informémonos, solidaricémonos, abracémonos más, unámonos, salgamos al frente, ¡Caminemos juntos!
Con gran afecto,
Dra. Iris Ordóñez Guerrero, Coordinadora CISAN.
29 de mayo de 2022.
Bibliografía:
[1] Swinburn BA, Kraak VI, Allender S, et al. The global syndemic of obesity, undernutrition, and climate change: The Lancet Commission report. Lancet 2019; published online Jan 27. https://doi.org/10.1016/S0140- 6736(18)32822-8.
[2] Sen, A. (1992). Sobre Conceptos y Medidas de Pobreza. Comercio Exterior, vol. 42, núm. 4, México, abril de 1992, pp. 310-322.
[3] Iglesia Católica. Papa (2013 – : Francisco), & Francisco, P. (2015). Laudato SI’: Carta encíclica del Sumo Pontífice Francisco: a los obispos, a los presbíteros y a los diáconos, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos sobre el cuidado de la casa común. Lima: Paulinas.
[4] Naciones Unidas. (2022). La Asamblea General adopta la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/2015/09/la-asamblea-general-adopta-la-agenda-2030-para-el-desarrollo-sostenible/
[5]CEPAL. (2022). Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. https://www.cepal.org/es/temas/agenda-2030-desarrollo-sostenible
[6]Global Footprint Network. (2022). “Measure what you treasure”. https://www.footprintnetwork.org/
[7]WWW. (2022). Día de la sobrecapacidad de la tierra. https://www.wwf.es/nuestro_trabajo/informe_planeta_vivo_ipv/huella_ecologica/dia_de_la_sobrecapacidad_de_la_tierra/#:~:text=%E2%80%8BEste%20d%C3%ADa%20se%20ha,2018%20el%2011%20de%20junio.
[8] Trivelli, C. (2022). Entrevista. https://iep.org.pe/noticias/entrevista-carolina-trivelli-la-emergencia-de-hoy-es-el-hambre/
[9] OXFAM. (2021). El Virus del hambre se multiplica. https://oi-files-d8-prod.s3.eu-west-2.amazonaws.com/s3fs-public/2021-07/The%20Hunger%20Virus%202.0_media%20brief_SP.pdf
[10] FAO, FIDA, OMS, PMA y UNICEF. 2021. El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2021. Transformación de los sistemas alimentarios en aras de la seguridad alimentaria, una nutrición mejorada y dietas asequibles y saludables para todos. Roma, FAO.
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